lunes, 10 de noviembre de 2014

ANÓNIMO

Es como que a veces siento que te fuiste,
que al fin me dejaste
y voy por la calle liviana,
camino sin nada en mente.
Paso los días escuchando la música que me gusta
y mirando las películas que se me cruzan
y está todo bien,
nada me molesta.
Pero otras veces apareces de repente,
con tus frases hechas y tu hermosa cara
y tu abrazo fuerte, y tu sonrisa perfecta
es como si me llamaras al teléfono rojo de mi mente
y me pongo triste.
Y te busco por todas partes,
y te leo y quiero saber como estás.
Y si se que estás mal me dan ganas de volverme invisible
para poder abrazarte sin molestarte,
para que no veas que estoy ahí y no me pidas que me vaya.
Y me dan ganas de llamarte solo para escucharte un segundo,
me dan ganas de darte un indicio que soy yo y cortar
pero nunca lo hago,
como nunca se me ocurre golpearte la puerta.
Borré tantas veces tu teléfono de mi lista
que creo que el aparato ya te agrega automáticamente,
es que la tecnología que me deja saber cuando hablas con alguien que no soy yo
y no me gusta, 
me pone mal,
¿con quién hablas?
no puedo soportarlo.
Entonces me enojo y te odio un poco,
y pienso que no hay alguien más inmaduro que vos,
y me pregunto cómo pudiste y siempre termino diciendo lo mismo,
fui yo de todo fui yo todo mal fui yo
y me largo a llorar.

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